lunes, 14 de mayo de 2018

DESEO 2, de Mary Ann Geeby


Y de nuevo tengo el premio de la misma imagen. No, la misma no. Hoy brilla.
Cierto que es fantástico verlo brillar. Y, sin embargo, me privaste de su superficie mate. ¡Me hacía imaginar tantas cosas! Habría querido sentir mi lengua, experta en dar brillo a cualquier zona, llenando de saliva la corona, recorriéndola por completo. No entendiste que, a mí, me gustaba más así. Que en absoluto era malo, ni negativo, ni feo. Estar seco provocaba otros muchos más deseos…
Y hoy, a pesar de la prisa, no lo quisiste evitar: hiciste que tu ojo derramara una lágrima. Así pues, al fin brilló, vaya que sí. Brilló y llenó de nuevo la ventana. Era el centro de todo, el punto de fuga de mi mirada.
Pero ¡ay! le privaste de mí.
De haber podido agarrarlo. Le privaste de ser sujetado por mis pequeñas manos, expertas en abarcar. Habría querido sentir cómo crecía, saber cuánto me buscaba. Le privaste de mí.
Le impediste acceder a mi boca, versada en humedades. No pudo sentir el calor, el tacto de mi lengua, la dureza de mis labios. Le privaste de mí.
No pudo sentir mi cuerpo, que sabe cómo hacer vibrar, disfrutar, brillar. No permitiste que fuera yo, quien le hiciera brillar. Le privaste de mí.
No. Tú fuiste autónomo y no quisiste.
“Almendras”, dijiste.

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