miércoles, 11 de febrero de 2015

REALIDAD

Hola:
He escrito este relato para participar en el CONCURSO 14 DE FEBRERO DE 2015, promovido por la página de David Gandy. Debíamos inspirarnos en estas dos imágenes. Deseo, como siempre, que lo disfrutéis.
REALIDAD
Andrea llegó a casa y conectó el ordenador. Abrió el skype y efectuó la llamada. Félix llevaba casi tres cuartos de hora esperando.
-          Hola, mi amor, perdona que me haya retrasado. Llovía y no encontraba el paraguas. Además, hoy mismo fui a la peluquería, de modo que no quería estropearme el peinado. ¿Me echaste de menos?
Andrea hablaba deprisa. Félix estaba serio.
-          ¿Te refieres a la media hora de hoy o a la negativa que me haces día tras día cuando te pido que nos veamos? – respondió mosqueado.
-          Anda, anda… No te muestres tan huraño, que no te pega nada. Yo también tenía muchas ganas de verte, la verdad. – y acercando la mano a la pantalla, “lo acarició”.
Félix adelantó su cuerpo, colocó su boca muy próxima a la cámara y susurró con voz muy grave:
-          El día que por fin accedas, me tendrás tan cerca que sentirás mi respiración en tu cuello.....
Andrea se acercó también e igualmente susurró a su amor:
-          Mmmm… Te he extrañado tanto... Te quiero.
-          Por fin podré sentir tu piel junto a la mía. – respondió él al momento. – Acariciarnos, besarnos – añadió.
-          Saborearnos… - continuó ella.
-          Mi amor, tengo tantas ganas de ti. – suplicó Félix.
Ambos cerraron un momento los ojos, dejándose llevar por su deseo. Finalmente Andrea habló:
-          Mañana sábado, a las diez y media en el Amarras. ¿Sabes dónde está?
-          Claro, cielo. Sacaré el billete ahora mismo. Mañana estaré en Santander. – Respondió nervioso Félix. - ¿Pero cómo es posible? No puedo creer que por fin vayamos a vernos ¿De verdad?
-          Sí, Félix. Tengo tantas ganas o más que tú. Mañana estaremos juntos. Mañana sabrás al fin a qué sabe mi boca. – sonrió ella.
Siempre bromeaban con esto. Él siempre le preguntaba:
-          ¿A qué sabe tu boca, cielo?
Y ella respondía:
-          A fresas y a deseo.
Siguieron sus miradas, sus besos y caricias a la fría pantalla, con la sonrisa que les proporcionaba la esperanza de verse al día siguiente. Cuando al fin colgaron, Félix se apresuró a sacar el billete de tren que le llevaría a Santander, la ciudad de su preciosa Andrea. No podía creerlo. Se habían conocido en una red social, apenas unos meses antes.
Hablaban casi todos los días por skype, pero Andrea no accedía a verse. Al final, decidió que era más importante lo que sentía ahora, el presente, que preocuparse por un futuro que nunca sabemos lo que nos deparará. Ni siquiera cuando tenemos una pareja estable durante años… De eso ella sabía mucho. Pero ya no dolía. Ya era pasado.
Félix cogió el tren de las tres de la tarde. Le había sido imposible encontrar billete antes. Tenía tiempo suficiente para llegar al Amarras, la discoteca del hotel Salvatierra. Había reservado habitación en el mismo hotel, de modo que no tenía de qué preocuparse. Al llegar a la estación, mandó un mensaje a su chica, que le respondió al momento. Luego fue en taxi hasta el hotel, se registró en la habitación y bajó a cenar. Le quedaban sólo unos minutos para encontrarse con Andrea.
Andrea por su parte pasó la mañana de compras y por la tarde quedó con sus hermanas. Volvió a casa a cenar, maquillarse un poco y vestirse para la cita. Decidió ponerse su vestido nuevo, de encaje rojo. Como complemento perfecto, llevaba medias sin liguero, sus zapatos de tacón negros y el conjunto interior negro también. Encima se puso el abrigo rojo.
Llegó a la discoteca a las once menos veinticinco. Siempre tarde, para hacer honor a su impuntualidad manifiesta. Al fondo de las mesas, en los sillones de la derecha, lo vio. En cuanto la vio, se puso de pie, la sonrió y adelantó su mano. Ella le cogió la suya y se acercó para saludarle con un beso en la mejilla. Félix la miró con extrañeza, colocó una mano en el cuello de ella y le comió la boca. Su dulce boca, que sabía a fresas y a deseo.
Se sentaron a tomar una copa. Mojito para ella, whisky para él. Siempre habían hablado de ello. Lo que pasaría, lo que tomarían, lo que hablarían,… pero sorprendentemente, Félix estaba feliz e ilusionado por todo esto. Ella, en cambio, parecía tan fría, tan perfecta,… Félix le propuso bailar, pero ella le respondió que estaba cansada.
-          ¿Prefieres subir a la habitación, cariño?
-          Lo que quieras, Félix. – respondió ella.
-          ¿Qué te ocurre, Andrea? ¿No estás feliz de que al fin estemos juntos? – preguntó él preocupado.
-          No es eso. Es sólo que estoy cansada. Anda, vamos.
Ambos se levantaron y se dirigieron al vestíbulo del hotel. Al llegar al ascensor, ella le miraba sonriendo. Sin embargo la mirada de su hombre era seria, dura incluso. El ascensor llegó y se abrió la puerta. Félix empujó a Andrea a su interior, la placó contra una de las paredes y le sujetó las manos. Acercó mucho su boca a la de ella y la amenazó:
-          No vuelvas a hacerme esperar tanto o moriré.
Y atrapando su boca, la devoró. El ascensor llegó a la tercera planta. Félix la agarró de la mano y la condujo casi a rastras por el pasillo. Andrea, lejos de estar enfadada por este ataque de posesión, sonreía todo el tiempo, dejándose llevar por él, mientras tiraba de su ligera maleta. Al llegar a la habitación, la ansiosa mano de Félix sacó la llave de su bolsillo y abrió la puerta. Se acercaron hasta el sofá, donde Andrea arrinconó la maleta y posó el bolso.
-          Ven, Andrea. Te deseo. – le dijo Félix, con voz grave, sentándose sobre la cama.

-          Un momento, cielo, quiero deshacer la maleta y asearme un poco. – respondió Andrea, tranquila.
-          Pero ¿Qué coño…? ¿De verdad? ¿Deshacer la maleta? ¿Te das cuenta de que no puedo esperar más? Mi piel se ha vuelto adicta a tus besos y llevo demasiado tiempo con síndrome de abstinencia. – le dijo Félix, yendo hasta ella y trayéndola hasta la cama, con él.
-          Pero si nunca te había besado, ¿cómo va a ser tu piel adicta a mis besos? – le preguntó Andrea sonriendo.
-          Por eso. Lleva demasiado tiempo deseándote. No puedo estar ni un minuto más sin hacerte mía, mi hembra, mi mujer, mi Andrea.
Ella se dejó llevar. Lo cierto es que también se había vuelto una yonky de sus besos, de su boca y sus manos. Hablaban más de diez veces al día, o también chateaban. Pero el no tener su contacto, el no poder tocarse, besarse, acariciarse, era demasiado duro. Y ahora por fin estaban juntos. Sin embargo Andrea no podía entender qué le sucedía. Había ansiado este momento durante mucho tiempo. No tenía pareja, al igual que Félix. No había nada ni nadie que le impidiera estar con él. Pero algo limitaba su libertad. Algo que tenía que ver con la confianza.
-          Mi amor, por fin… - decía Félix mientras la besaba el cuello, los hombros, los brazos.
Andrea suspiraba, con los ojos cerrados, disfrutando cada beso, cada contacto de su piel con la de él. Pero no acababa de entregarse. Sentía los dedos de Félix tocando su pecho, pellizcando sus pezones, por encima del vestido, y sin embargo seguía sin poder…
-          Te deseo, amor. ¡Dios… cuánto te deseo! – exclamó él.
Andrea seguía con los ojos cerrados. Recordaba su última conversación, dos días antes, en la que tuvieron sexo maravilloso.
-          Tócate los pezones y dime como están
-          Están tan duros...
-          Mmmmmmmm
-          He mojado mis dedos con saliva y pienso que es tu lengua, tus labios…
-          Los voy a mordisquear
-          Ah… Me gusta mucho…
-          Tócate todo tu cuerpo, acaríciate para mí.
-          Sí, mira, lo hago... Mi piel está caliente... Pero tus manos son tan suaves, acariciándome...
-          Abre las piernas y toca tus muslos
-          Mira, Aaaahhhhhh
-          ¿Están muy suaves?
-          Lo están… Y calientes…
-          Ahora pasa tus dedos muy cerca de tu sexo pero sin tocarlo
-          No podré soportarlo...
-          ¡Lo harás!
-          Deseo tanto que me toques tú. Un día me tocarás al fin, Félix…
-          Dime cómo está…
-          Está empapado…
Andrea gimió fuerte. Abrió los ojos y le vio mirándola, quieto, sin hacer nada.
-          ¿Qué ocurre, Félix? ¿Qué te pasa?
-          No lo sé, Andrea. Estabas impasible. Llevo besándote desde que hemos llegado. Me muero por hacerte el amor. Y resulta que tú estás, no sé… Como en otro lugar. Por favor, dime lo que te ocurre, cielo.
-          No sé lo que me ocurre, Félix. Es muy extraño. Deseaba tanto encontrarme contigo... Pero hay algo que me impide relajarme y entregarme a ti. Sin embargo, cuando he recordado nuestra conversación de hace dos días…
-          ¿Cuando tuvimos sexo por skype, cariño?
-          Sí, exacto. Fue tan maravilloso…
Félix la abrazó, la besó el cuello y comenzó a desnudarla. Le quitó el vestido y el sujetador. Después, le ayudó a tumbarse en la cama y le susurró despacio:
-          Tócate el pecho, Andrea, cierra los ojos y hazlo para mí.
Al principio Andrea sintió que todo era muy raro. Pero cerró los ojos. Escuchar la voz del hombre al que amaba le dio mucha seguridad y confianza, así que comenzó a tocarse, tal y como él le iba indicando.
-          Sigue, por favor. Tócate el estómago, espera, el ombligo, detente en el ombligo. Así, espera, lámete los dedos y ahora vuelve al ombligo…
-          Félix, yo no sé si…
-          Yo sí sé, Andrea. Vuelve a cerrar los ojos, por favor y confía en mí. Relájate, mi niña. Confía en mí. Anda, vuelve a tocarte tus preciosas tetas. Así, despacio… Hummmmmmm, dime qué sientes…
-          Me gusta, Félix, mi amor. Me gustaría que me tocaras tú.
-          Luego, linda. Luego te tocaré yo. Ahora sigue tocándote para mí, anda. Vamos, mójate de nuevo los dedos. Ahora pellizca tus pezones. Hummmmm… me gusta… pero no te oigo, Andrea. Quiero oírte gemir.
Mientras hablaba, Félix se estaba tocando. Siguió dirigiendo a su amor, diciéndole cómo quería que se tocara, tal y como habían hecho alguna vez por skype, con el fin de que ella se sintiera cada vez más confiada y deseosa.
-          Bien, mi vida. Sigue así. Ahora mete tu mano entre tus muslos, por dentro de la braguita. Sigue, hummmmmm, muéstramelo, enséñame qué mojada estás, vamos…
Andrea sacó sus dedos del interior de su sexo y se los mostró empapados. Félix gimió a la vez que sujetó fuerte su enorme erección.
-          Vamos, vuelve a tu coñito. Quítate la braguita y abarca con tu mano todo él. Así, eso es. Ahora apriétalo fuerte para mí. Hummmmmmmmm… Mete despacito un dedo y acaricia tu clítoris, vamos… Aprieta más las piernas, anda… y sigue diciéndome lo que sientes. Quiero oírte, mi niña.
-          Me gusta, Félix. Me encanta. Estoy tan mojada… pero también quiero verte a ti. Quiero ver cómo sujetas fuerte tu polla. Quiero oírte cuando la mueves y también saber lo que estás sintiendo. Quiero que pienses que es mi mano, no la tuya, la que agarra fuerte tu miembro, amor.
Entonces lo entendió todo. Se había dejado llevar igual que cuando se veían por cam, pero ahora podía tenerle en realidad. Él estaba ahí a su lado. Era cuanto había soñado tantas veces. Se acercó a él y le apartó la mano. Agarró su polla con serenidad en el mismo momento que un jadeo ronco salió de la garganta de Félix. Entonces cogió la mano de Félix y la llevó hasta su coño. Él sólo hizo aquello que había deseado tanto.
Primero lo abarcó con su manaza, cerrándola sobre sí misma. Luego coló un dedo osado para comprobar la dureza del clítoris de Andrea. Estaba tan lista… entonces metió un segundo dedo, buscando ese agujero que tanto deseaba desde hacía tiempo. Ella se abrió inmediatamente para facilitarle la entrada. Entonces Félix se colocó en sentido opuesto, acercando su boca a ese lugar cálido, tanto tiempo anhelado. En el momento en que tocó con su lengua, ella gimió y él dijo: “¡Sí!”
Aprovechando la postura, Andrea trajo aquel miembro increíble a su boca y lo lamió. De nuevo el jadeo de Félix le confirmaba que estaba bien, que le gustaba. Quería empezar lamiendo lentamente, pero el deseo que le producía tener la boca de Félix en su propio sexo, le impedía marcar un ritmo lento. Pasó a chupar y morder suavemente. Sin embargo, los movimientos de la boca de él seguían volviéndola loca, por lo que no podría aguantar mucho más.
-          No, Andrea. Quiero estar dentro de ti, pero mirándote a los ojos, cielo. Deseo que lleguemos juntos. – le dijo entre jadeos.
Y él se colocó sobre ella. Ella abrió sus piernas para él y ambos sonreían mientras se besaban. Los dos querían que fuera lento, disfrutada hasta la última sensación. Félix olió su cuello y gimió. La besó, la lamió e colocó su glande en la entrada abierta de Andrea. Ella cerró los ojos acompañando su gran inspiración a un jadeo. Entró lentamente, desesperadamente despacio. Ella intentó acelerar el ritmo, pero él marcó de nuevo. Salió hasta dejar todo el tronco de su pene fuera de la vagina, se mantuvo ahí unos insoportables segundos y comenzó a entrar de nuevo tan lento que Andrea creyó morir de deseo. Ella gemía, pedía y hasta dejó escapar una lágrima de súplica. Poco a poco Félix aumentó el ritmo y llegó a explotar en un terrible calambre que le recorrió por completo su espina dorsal. Andrea notó el estallido en el centro de su vientre, y dejó que la dominara totalmente el interior de su cuerpo y hasta su mente. Entonces lo comprendió: jamás la realidad puede superar a la tecnología. Jamás, cuando hay un sentimiento de por medio.
Andrea sonrió y Félix la abrazó. Así les sorprendió la mañana. Abrazados y felices.


6 comentarios:

  1. Interesante historia, cargada de sensualidad y talento. Felicidades Mary. Besos.

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    1. Gracias Frank. Esas palabras viniendo de alguien que escribe tan bien, a quien admiro tanto,... bufffffffffff
      Gracias de verdad. Besos.

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